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"4-DESCUBRIENDO ÁFRICA, desde Senegal"

Hoy 19 de enero de 2021, hace exactamente un año, un mes y quince días que pisé suelo africano por primera vez.

Mi intención al escribir este blog es contar, desde adentro como es la vida en esta parte del mundo, el día a día, las costumbres, las tradiciones, la manera de ser y sentir de su gente.

Si bien no se pueden hacer generalizaciones, es importante aclarar que, la mayoría de los países africanos comparten los mismos códigos culturales, en lo referente a la vida en comunidad, los valores, la familia, el rol del hombre y la mujer, la educación de los hijos, entre otros.

Un cuatro de diciembre de 2019, Bamba me fue a buscar al aeropuerto de Dakar, la capital de Senegal, con una de sus hermanas y nuestro hijo, Ibrahima, que en dos meses se había olvidado de hablar el español.

Dos horas después llagamos a Touba, la ciudad santa, donde vive mitad de la familia de mi esposo.

Al atravesar la puerta de la casa familiar, su mamá me abrazó, me dio la bienvenida y lloramos juntas.

Luego se fueron presentando uno a uno, desde los más chicos, hasta los más grandes.

Fue abrumador, aparecían niños por todos lados, se multiplicaban y parecía una misión imposible poder recordar sus nombres.

Y como todo en la vida, sólo es cuestión de TIEMPO y PACIENCIA.

Luego me cantaron una canción tradicional, donde te cuentan la historia familiar, los antepasados y las vivencias más importantes.

Su mamá desciende de una familia de griots, que en otra oportunidad les contaré en detalle quienes son.

Lo más difícil de todo este proceso es vencer el miedo a perder la identidad.

Hasta el día de hoy es mi lucha, no se trata de transformarme en senegalesa, sino de incorporar cosas nuevas para después integrarlo y unir lo más rico de ambas culturas.

Para poder llegar a ese punto, hay que romper con lo que no va más y abrir paso a lo nuevo.

Es dejar el orgullo de lado, decir “no tengo ni idea de cómo se hacen las cosas acá” y aprender desde cero.

En teoría parece fácil, pero en la práctica no lo es, cosas tan simples acá se hacen tan diferentes de cómo estamos acostumbrados, me he sentido una inútil en más de una oportunidad, y el autoestima se va por el piso.

Sumado al hecho de no poder comunicarme ni en el dialecto ni en francés.

Ahora lo hago en un estilo medio indio, pero al menos, nos estamos pudiendo comunicar.

“LA VIDA EN COMUNIDAD”

Al poco tiempo de llegar se decretó la cuarentena, y como nos pasó a todos, fue un antes y un después.

El aislamiento obligatorio se tornó imposible de llevar a la práctica, porque en una casa familiar conviven tres o cuatro generaciones y un total de al menos 25 personas.

Es difícil de imaginarlo para nosotros que pertenecemos a otra cultura donde cada vez somos menos.

Aquí las tareas del hogar se reparten, y es una gran cadena de delegación de responsabilidades, desde el más antiguo, hasta el más pequeño.

Al cabo de un mes nos vinimos a vivir a la casa familiar de Dakar, donde vive la otra mitad de la familia.

A primera vista parece que uno vuelve en el tiempo ya que en la mayoría de los hogares familiares, no se utiliza la cocina a gas o el horno, sino que se cocina con carbón y en ocasiones con garrafa.

La plancha es de carbón, se lava a mano, se pasa el trapo con los pies y las manos, hay que calentar aguan para bañarse el mes o los dos meses que dura el frío.

Pero si miramos bien todo tiene su lógica...

Es cuestión de costumbre, y en lo referente a la comida, el arroz es lo típico y lo acompañan con pescado que es el plato tradicional, con pollo, con vaca o cordero con salsa de cebollas, con aceite de palma etc.

El arroz se come casi todos los días.

De hecho si me sacan sangre, sale arroz. Lo más gracioso es que sus hermanas y su mamá se enojan si cocinan otra cosa que no sea arroz, porque estoy yo y es mala educación hacer otra comida.

Yo les explico que no se preocupen, porque me gusta variar, pero bueno es costumbre.

La comida es muy picante y si alguna vez un senegalés o senegalesa los invita a comer y les dice que no pica, tengan cuidado porque para nosotros eso significa que pica y mucho. Pimienta negra y cayena no faltan.

Se cocina en ollas grandes en el suelo, porque es más cómodo para manejarlas que si las colocan en una mesada. Se utiliza el carbón porque es más económico que las garrafas chicas, no existen los tubos de 45 litros.

Saben que para mí es muy complicado cocinar todos los días para esa cantidad de gente y sin cocina a gas, entonces por el momento no me toca ocuparme de la comida.

Al habitar tantas personas en una misma casa, se gastaría mucho dinero en luz al tener un lavarropas automático encendido las veinticuatro horas, los siete días de la semana, entonces se lava a mano, o se le paga a las señoras que se juntan en la puerta de las casas a lavar y planchar, ese es su trabajo.

En vez de llevar la ropa al lavadero, se la das a ellas.

Generalmente vienen de Guinea, otro país africano.

Hasta hace poco era lo que yo hacía, ya que al tocar el jabón en polvo y la lavandina me daba alergia en las manos, se me ampollaban y me picaban mucho.

Pensar que en Córdoba me quejaba de lo que tenía que lavar, y eso que lo hacía el lavarropas!!!

Lo bueno es que ahora puedo hacerlo, aunque, de un modo diferente de como lo hacen ellas, ya que tengo mi sistema y al verme, las hermanas de mi esposo lo comenzaron a adoptar.

En cuanto a la manera de pasar el trapo, utilizan los pies o las manos, lo intenté, con los pies me resulta más fácil que con las manos, porque mi espalda sufre las consecuencias. Sin embargo sigo prefiriendo el secador de pisos o la mopa, cosa que para ellos es muy incómodo.

Tengan en cuenta que acá hace calor casi todo el año, es impensable hacerlo en invierno en Río Ceballos.

Y es debido a la temperatura, que el agua para bañarse, se utiliza como sale del pico, salvo dos meses al año que se calienta.

Si no lo viviera desde adentro pensaría en lo pobres que son, pero tiene más que ver con la manera de hacer las cosas.

Lo que más me cuesta de la vida en comunidad, es el ruido, África es ruidosa, los niños, los autos, la gente, los corderos, todos parecen gritar.

Si ven a dos senegaleses hablando, lo primero que pensarían es que están discutiendo, porque al hablar en su dialecto, suben dos tonos.

Los bebés se acostumbran a dormir en este ambiente, así crecen y no tienen problemas para descansar.

En nuestra casa hay siete niños incluidos los míos y parece que fueran 20.

Yo sin embargo todavía no logro dormir una noche entera.

Lo que más me gusta, es el compartir, el involucrarse, todos educan, todos limitan, todos ayudan en lo que pueden.

Si tengo que salir lo hago sin pensar en los niños, porque la comunidad se ocupa y después nadie va a pasar factura de nada. Del mismo modo que yo me ocupo de mis sobrinos cuando sus mamás tienen que hacer algo.

Gracias por acompañarme en esta aventura, que poco a poco seguiremos descubriendo!!!










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